miércoles, 6 de noviembre de 2013

Sana, sana, mundo cruel

¿En qué momento nos deshumanizamos de esta manera?
¿Cómo es posible que un concepto -el dinero- domine el mundo a este punto?
Deforestación, minería ilegal, narcotráfico, explotación infantil, terrorismo, genocidios, guerras que perjudican a inocentes, donde se violan todos los derechos humanos posibles... por enriquecer a unos cuantos, destruimos el planeta, glaciares derritiéndose, mares contaminados con petróleo, bosques enteros destruidos, animales en extinción, niños desnutridos mueren todos los días en el África, y otros están obligados a trabajar en condiciones inhumanas, renunciando a la educación que deberían recibir. Este es el panorama de un mundo enfermo visto desde un telescopio.
Desde que la plata empezó a dominar el mundo, el panorama visto desde un microscopio es igual de alarmante...
Gente que es engañada por la publicidad todos los días, gente que se comió el cuento de que un cuerpo como el de Barbie, o Ken, los hará felices, que es la única forma en la que podrán ser amados. Adolescentes, incluso niños, con desórdenes de alimentación, problemas de insomnio, ataques de pánico, angustia, problemas de drogadicción, bullying...  Gente que aspira a comprarse un carro del año, por que eso le dará poder, estatus... y termina contribuyendo a la contaminación ambiental, el smog y el caos urbano. Gente que llena sus vacíos con vacíos más grandes: sexo "casual", nido de enfermedades venéreas; o comida, leáse obesidad; o discotecas, alcohol y drogas. Incapaces todos de mirarse hacia dentro y sanarse con amor y paciencia. Todos buscan soluciones inmediatas, tan efectivas como efímeras, creyendo ingenuamente que hemos venido al mundo a ser felices. Y una vez más, cayendo en la trampa publicitaria que nos dice que la felicidad está en las cosas que compramos, en un cuerpo de modelo de revista, en un clóset que está básicamente surtido de minifaldas y escotes pronunciados, un millar de zapatos, en la casa con piscina, etc.
Trabajamos durísimo para poder comprar todas esas cosas que nos hacen creer necesitamos, trabajamos tanto que no tenemos tiempo de disfrutar todas esas cosas. Cuando nos damos cuenta, es demasiado tarde. Nos encontramos en un trabajo que odiamos hace ya tantos años que nunca pudimos descubrir qué es eso que realmente nos apasiona. Y ya estamos demasiado viejos y asustados como para arriesgarnos a quedarnos sin trabajo. No creemos tener talento para nada a estas alturas de nuestras vidas.
Nos hemos convertido en el señor panzón y malhumorado, absolutamente infeliz, pero bien rodeado de todos los bienes que la sociedad le indicó debía tener para ser feliz.
Las mujeres empezamos a creer que nuestro único valor es ser objetos de deseo sexual, y exacerbamos el sexo en todas sus dimensiones. La ropa que usamos es cada vez más chica, no importa la época del año ni la piel de gallina. Y los hombres también lo creen, las mujeres somos desechables, en su imaginario solo servimos estando desnudas en sus camas. Nuestro valor se mide en tanto estamos "buenas" o dispuestas a cualquier cosa que se nos proponga. El machismo va de los dos lados, aún en el S. XXI, el machismo persiste, la misoginia... esta condición de sexópatas en hombres- y cada vez más en mujeres también- me pregunto si siempre fue así y recién en una era de mayor "libertad" lo percibimos; o si es una enfermedad moderna acrecentada por la fiebre de consumismo que nos considera a las mujeres como productos consumibles y desechables; gracias a la publicidad y a nuestra escasa valoración de nosotras mismas.
¿Y la pedofilia? ¿Y el abuso sexual en general? ¿Y la homofobia? ¿Y la xenofobia? ¿Y el racismo? ¿Y la intolerancia? ¿Cómo no tenerle miedo al otro, si nunca nos hemos tomado la molestia de conocerlo? Estamos demasiado envueltos en nosotros mismos. ¿Cómo no? Somos criaturas asustadas. No estaba lejos de la verdad quien decía que el hombre es un lobo para el hombre, y ahora también somos el principal depredador de la tierra. ¿Qué más nos queda por destruir? Ojalá no lleguemos a Marte u otros planetas... el futuro que les esperaría en nuestras manos solo puede promete destrucción.
Estamos enfermos. Y la mayoría de nosotros no queremos curarnos.
¿Quién puede juzgarme si no me muero de ganas de traer hijos a este mundo? Los pocos ingenuos que quedamos, ¿de dónde sacaremos fuerzas para recuperar la fé en la humanidad, si son tantos los males que combatir? Y mira lo que hubiéramos podido ser... el mundo en el que hubiéramos podido vivir, si hubiéramos sabido amarlo y respetarlo incluyendo a todas las criaturas que viven en él. ¿Cómo cargar con el peso de esa pena? ¿Con qué ganas seguiremos luchando? ¿viviendo?
Hay quienes se quejan de las personas que solo ven lo negativo, ¿podemos culparlas? La televisión, la radio,  los periódicos, las redes sociales, están bombardeados de tragedias...  Vemos con total frialdad imágenes violentas todos los días a la hora de la cena. No hace falta más que salir a la calle y veremos la destrucción ante nuestros ojos, veremos el racismo, la violencia, el caos que hicimos de este mundo, ahí en la puerta de nuestras casas y en muchísimos casos, dentro de ellas también.
¿Cuándo tomaremos conciencia? ¿Cuándo empezaremos a hacer esfuerzos serios por ser mejores como seres humanos, mejores habitantes de este planeta? ¿Cuándo podremos tener una pizca de esperanza?
¿QUÉ MIERDA HAY QUE HACER? ¿CÓMO CARAJO LE HACEMOS ENTENDER AL MUNDO, QUE ES HORA DE DEJARNOS DE HUEVADAS?
 No podemos esperar un minuto más para empezar a sanar, tenemos todo el tiempo en contra.

sábado, 2 de noviembre de 2013

FRIDA KHALO



Quería ser como Frida Khalo.
Quería amar como Frida Khalo.
Quería la  fuerza y la pasión de Frida Khalo.
Quería que mi amor fuera más grande y más fuerte que todo el dolor que viniera con él.
No me importaba cargar con todas esas penas en la espalda.
En los párpados. En la yema de los dedos.
Pensé que todo ese amor me iba a ayudar a resistir.
Y a vencer.
Pensé que incluso terminaría siendo más bella, más grande,más fuerte, más Frida.
Pensé que así de intensa tenía que ser la vida.
Pensé que los caminos empezados, debían llegar hasta el final, pero no quedarse a medias.
Pensé que la entrega debía ser total, o mejor no ser.

Tal vez no debió ser. Nunca.