domingo, 25 de julio de 2010

Qué le voy a decir cuando me mire con sus ojos?

Mientras tanto Nicanor Gutiérrez fue recuperando su color natural, empezó a sentir esa felicidad explosiva que ya antes lo había mandado a la clínica. Esta vez intentó controlarse, respirando hondo. Los sentimientos de Belinda Sánchez empezaron a recordarle ese terror con el que nunca supo lidiar. Belinda Sánchez pensaba: "Qué le voy a decir? Qué le voy a decir cuando me mire con sus ojos? Y yo no sepa qué responder? Cómo le voy a explicar que ya elegí un lugar para mis pantuflas? Que ya sé en qué lado de la cama quiero dormir? Qué pensaría Nicanor Gutiérrez si en este momento le confesara que no quiero otra cosa que quedarme para siempre? Qué le voy a decir cuando me mire con sus ojos? Preguntándome?"

No voy a pensar en ti

No voy a pensar en ti. No voy a acostarme en la cama a recapitular esta noche infinitas veces, para rescatar todas las sutilezas que podrían hacerme pensar que sí me quieres. No voy a pensar en ti. No voy a mirar el techo de mi cuarto e imaginarte a mi lado. No voy a recordar tu sonrisa, o la dulzura de tus ojos cuando me miran. No voy a sumar palabras que dijiste al azar, con acercamientos accidentales y todas las cosas que me gustaría que significaran, para concluir que estoy parada frente a todo lo que siempre quise. O mejor dicho, que todo lo que siempre quise está parado frente a mí, mirándome, con dulzura en sus ojos. No voy a pensar en ti.

martes, 20 de julio de 2010

En el departamento de Nicanor Gutiérrez

Belinda Sánchez recogió el llavero con esa gracia que la caracteriza, introdujo la llave en la cerradura y abrió la puerta. Belinda Sánchez tomó su maleta anaranjada y caminó algunos breves pasos hasta el interior del departamento; donde dejó su maleta para contemplarlo con ternura. Una pequeña sala acogedora, el piso de parquet, las persianas de madera, un sofá verde de tres cuerpos, un sillón de cuero de un solo cuerpo, un tornamesa de madera, en el centro una mesita redonda, y en la esquina, algunas macetas con plantas. A la derecha, una endeble mesita roja en cuyo centro hay una canasta con mandarinas, en una cocina blanca inmaculada. Belinda Sánchez empezó a sentirse demasiado cómoda. Cada pequeño detalle de esa casa la conmovía. Ya podía imaginar su mantita de alpaca verde agua sobre ese sofá de tres cuerpos, su taza rosada sobre la mesita redonda, junto a su ya gastado libro de Alicia en el País de las Maravillas, mientras ella ponía un long play de Miles Davis en el tornamesa de madera. Y en el sillón de cuero de un solo cuerpo, su adorado Nicanor Gutiérrez, comiendo mandarinas, mirándola con esa dulzura tan suya. Ya podía imaginarse en ese paisaje. Como si ese también fuera su hábitat. Como si siempre hubiera pertenecido a ese lugar, y por fin todo tuviera sentido.

lunes, 19 de julio de 2010

Muralla China

Yo creo que veo más allá. Que veo cosas que los demás no ven. Y es cierto. Porque me las invento. Me niego a escuchar bocinas, y gritos, y motores; prefiero escuchar esa canción... Me niego a ver pobreza, sufrimiento, maldad, el cielo nublado; prefiero verlo lila, y libélulas, y árboles inmensos. Me niego a sentir frío, hambre, pena; prefiero sentir burbujas, girasoles haciéndome cosquillas. Me niego a oler pestilencias; para mí todo huele a jazmín. Así como me rehuso a creer las cosas que se dicen de ti, y elijo creer las tonterías que dices para engatusarme. Así como me niego a ver tu indiferencia, y exacerbo tus mínimas atenciones para forzarme a creer que mis inventos coinciden con las realidad. Entre el mundo real y yo, no cabe duda, hay una muralla china.

martes, 13 de julio de 2010

Cisne

Hoy te perdono, oficialmente. Que conste en actas que te perdono. He decidido liberar de su jaula a este horripilante cuervo que es mi resentimiento. No entiendo tu ausencia, ni tu carencia de valor. No entiendo. Pero no me importa, ya. Simplemente te perdono. Me deshago de todos esos sentimientos espantosos que me trajiste para hacerle espacio a mi alma en expansión. No caben cuervos aquí. Solo cisnes.

domingo, 11 de julio de 2010

Invitaciones

Tú me invitas a tu casa, yo te invito a mi mundo. Puedes tener un bosque si quieres, o una montaña. Pero el mar... El mar no es ese tipo de mar... No vengas a remojar la punta de tu dedo gordo en este mar. No es ese tipo de mar. Aquí será mejor que te tires con los brazos abiertos o que te vayas para siempre.