No hay nada en mis palabras que valga la pena ser escuchado.
Mis verbos han perdido conexiones y ya no tienen sentido, ni dirección.
No queda siquiera una pizca de honestidad.
He quedado ciega de alma y ya no puedo mirarme hacia dentro.
No quiero decir nada de lo que digo. Nada de lo que digo es cierto.
No sé a quién quiero tocar, ni cómo, ni para qué,
con estas mis palabras manoseadas, moribundas.
Si aún existen... ya no significan.
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