En Lima me esperan mis fantasmas.
Siento que he ido cargando tanto en el último año... que voy a explotar en algún momento. Mi soledad se ha ido agudizando. Y está bien. Me gusta mi soledad. Pero es peligroso cuando siento que hay un volcán a punto de estallar dentro de mí. No tengo ni la energía ni la tolerancia para ir a gritarle mis penas a cualquiera. Quizás con el tiempo me he vuelto más sensible, más frágil. Encaparazonada. He levantado muros impenetrables a mi alrededor. Estoy encapsulada? Mis estándares, mi control de seguridad son cada vez más rigurosos. Para abrir mis compuertas necesito cierto respeto, pero también cierta confianza. Cierta familiaridad. Ha sido un año durísimo. Y en el fondo de mi corazón quisiera poder declararme deprimida. Y meterme ene mi cama, Con mis perros. Pero el mundo exterior me hace sentir culpable. Y no quiero que me juzguen. Y sentirme más aislada. Es demasiado agotador salir a la calle con esta sensación de derrota, con el terror de la incertidumbre y con tantos fracasos a cuestas. Y armar un show para el resto. Para complacerlos... por que tus penas los incomodan.
Todas mis esperanzas penden de un hilo. Están al borde del abismo. Y significa una presión abrumadora, hacer todo este esfuerzo por rescatarlas. Con esta sensación de que si no lo logro la próxima vez, si algo vuelve a salir mal, no podré resistirlo.
He estado perdida demasiado tiempo. No sé por dónde empezar a buscar...
He viajado lo más que he podido, tratando de dejar atrás todos mis males. Confiando en que los nuevos aires me devolverían algunas ilusiones. Pero cada vez es más difícil volver.
Ahora desde el avión, en algún lugar entre Argentina y Perú, quisiera saltar con un paracaídas.
Resistirlo es el verdadero peligro. Después de mil años, probablemente siga otro año más.
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