lunes, 28 de junio de 2010
El invierno y las ganas de besar
Hacía frío y querías besarla. La veías temblando frente a ti. Y no querías otra cosa que besarla. Su fragilidad te conmovió a niveles que tú mismo no sospechabas que existían. Y querías besarla. Intentaste tocar su mano, y ella no supo qué hacer. Perdió el control de su cuerpo, hizo un gesto de fastidio que separó su mano de la tuya, y se fue. Se fue a sentarse en una esquina, a desear con todas sus fuerzas que su mano estuviera en la tuya, y que tus labios humedecieran los suyos, que todos desaparecieran, para sentir tu cuerpo entero estremecerse, cuando por fin la tomaras en tus brazos.
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Solo en invierno se puede sentir el verdadero calor de los cuerpos.
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